Realmente si alguien me viera llevar
esta platica conmigo misma y caminado a estas horas de la noche me consideraría
una loca. Bueno, en realidad ese calificativo no me incomoda, hubiera sido un
alago, comprobaría lo que siempre he creído que soy. Era momento de dejar de
cuestionar mi vida, ya casi llegaba a más de la mitad de mi camino y siempre he
pensado que lo pasado pasado, lo que hice o no hice no había forma de
modificarlo… era momento de continuar con el plan.
Eran ya más de tres horas de andar
también era momento de sacar la lámpara que cargaba conmigo. Había llegado al
camino de terracería que conducía hasta las peñas que era el lugar a donde
había planeado dirigirme.
El camino no me costaba trabajo ya
que en varias ocasiones había andado en un bosque en la noche y sin una luz que
iluminara. La verdad sería fácil llegar a las peñas, lo único que me molestaba
era saber también el camino, en esos instantes me hubiera gustado tropezar,
perderme en la montaña y llegar a otro lado. Era un momento en el cual conocer
algo me molestaba, -siempre había buscado conocer todo lo que pudiera, sin
embargo sabia que como ser humano tenia un tiempo limite y que no podría
cumplir mi objetivo de saber todo- igual me estaba arrepintiendo en continuar
lo planeado y tan solo dar media vuelta, regresar a mi casa y seguir con mi
vida de manera cotidiana.
Una voz interior me dijo -¡no! por una
vez en tu vida termina lo que comenzaste, que concluyera uno de mis tantos
proyectos que había dejado inconclusos, que dejara a lado mi cobardía y
siguiera avanzado, que no me hiciera la tonta, que ya sabia el camino y el
tiempo exacto que me tardaría en llegar a las peñas. Ese tiempo era de una hora
con cuarenta y cinco minutos.
En ese momento descubrí que ya había
llegado muy lejos y que dar marcha atrás ya no era una opción, en realidad
desde el momento de levantarme de mi cama esa opción se había eliminado.
Andando entre los arboles, ya casi a punto de llegar a las peñas recordé
una de tantas historias que había podido escuchar sobre el lugar en el que me
encontraba; se decía que si no conocías bien el camino hacia las peñas podrías
perderte y nunca salir, que como casi todos los caminos se parecían era muy
fácil el perderse y eso podría ocasionar la muerte.
Otra de esas historias que me
intrigaban era la que decía: que en un lugar de esa montaña se encontraba unas
cuevas que al entrar en una de ellas quizá nunca podrías salir, se decía que si
no tenias mas remedio que entrar, que solo miraras al frente sin voltear a
ningún otro lado -en especial hacia
atrás- ya que si volteabas te quedarías vagando en la cueva eternamente.
La verdad eran muchos relatos que se
contaban alrededor del bosque. Por fortuna desde pequeña siempre había ido a
las peñas y nunca me había perdido, ni de noche y menos de día…
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